A principios de los años 70 Sottsass viajaba a menudo a Barcelona. Se había enamorado de una bella catalana. Fruto de aquel amor y de su estancia en nuestro país nos ha quedado esta pieza para la historia de nuestro diseño.
“...Continúo haciendo arquitecturas pequeñas, pequeñas, pequeñas, como esta cerámica, por ejemplo, un poco como monumentos, un poco como tumbas, un poco como templos abandonados de los dioses, un poco como ruinas de la antigua y desconocida civilización donde alguna cosa –dicen– se sabía; dicen que se conocían los ejes, las curvas, los cruces, quizás incluso el porqué de las trayectorias cósmicas a lo largo de las cuales resbalan cada día los vértices privados de los átomos que hacen nuestro frágil cuerpo”.
“...Continúo haciendo arquitecturas pequeñas, pequeñas, pequeñas, como esta cerámica, por ejemplo, un poco como monumentos, un poco como tumbas, un poco como templos abandonados de los dioses, un poco como ruinas de la antigua y desconocida civilización donde alguna cosa –dicen– se sabía; dicen que se conocían los ejes, las curvas, los cruces, quizás incluso el porqué de las trayectorias cósmicas a lo largo de las cuales resbalan cada día los vértices privados de los átomos que hacen nuestro frágil cuerpo”.
Un personaje ilustre estrenaba la nómina de diseños del primer catálogo Bd. Faltaban casi diez años para que naciese Memphis, pero hacía otros tantos que Ettore Sottsass ya viajaba a la India. Sus “arquitecturas pequeñas”, como este florero, le deben mucho a esa cultura.